Donde menos te lo esperas
Julián Goikotxeta
qUé cabroncete puede llegar a ser el fútbol. Resulta que el Real Madrid acaba de perder media Liga empatando frente al último clasificado de la División, el depauperado Almería, el mismo equipo que no hace mucho recibió ocho goles del Barça, que minutos después celebró la buena nueva atizándole otra paliza al rival de turno, el Málaga, batiendo de paso dos récords más con su implacable cabalgada. Cuatro puntos de diferencia no parece una distancia bárbara para el común de los competidores, pero en esta carrera sideral que mantienen el Barça y el Real Madrid cualquier minucia adquiere proporción gigantesca.
Dadas las circunstancias adyacentes, es decir, la condición de deidad que Florentino Pérez ha otorgado al inefable José Mourinho, ignorando con parsimonia absoluta la arrogancia y zafiedad mostrada por el fulano para con el prójimo; o la propia megalomanía del susodicho, autoproclamándose como quien no quiere la cosa the especial one; o la casa en donde se desarrolla el drama, el irreverente Real Madrid, a uno le entran ganas de hurgar en la herida jaleando la trascendencia que puede tener un mísero empate en Almería.
Pero no hace falta ni enconarse con la desdicha blanca, teniendo en cuenta la reacción del mismísmo Mourinho quien, mostrando la insoportable levedad de su ser divinizado, acusó al árbitro Pérez Lasa del desaguisado, que es la excusa más solapada, chusca y recurrente del mal perdedor. En cambio el ninguneado director general del Real Madrid, Jorge Valdano, fue mucho más viborezno tratando el tema y lo ventiló con una sarcástica reflexión, consecuencia de las muchas horas que gastó desentrañando a Borges y últimamente a sí mismo tumbado en el diván, pues casi ni pincha ni corta en el actual Madrid y sin embargo aguanta y traga sin pudor arrojando su antigua dignidad por los suelos. "Había un nueve en el banquillo", recordó sutilmente Valdano, pues Mourinho se había tirado toda la semana pidiendo a Florentino el fichaje de un delantero centro a la vez que declamaba las excelencias de Karim Benzema, a quien sin embargo postergó ayer a la suplencia, posiblemente pensando que así lanzaba al club uno de sus mensajes tan suyos de listillo y dando por hecho que al Almería se le tenía que ganar con Cristiano Ronaldo y por la gorra.
Navegando por una órbita más cercana, el Athletic también anda buscando un delantero centro, preocupado como está de las terribles consecuencias que podría traer una posible lesión de Fernando Llorente, y se ha fijado en Urko Vera, del Lemona, en la que podría ser otra reedición del sugerente cuento de la Cenicienta que tan bien han interpretado Toquero y Koikili.
Mientras tanto la afición del Athletic ha tenido la oportunidad de felicitarse con la versatilidad de Javi Martínez, que emulando al mismísimo Llorente anotó dos de los tres últimos goles rojiblancos, el que sirvió para empatar en Málaga hace una semana y el que encarriló la victoria frente al Racing. También aplaudió en lo que se merece el tanto de Muniain, circunstancia a la que ayudó el templado centro de Toquero y, según Caparrós, el empedrado, o sea, el espléndido césped colocado en San Mamés.
Muniain celebró el gol mostrando su espinillera adornada con una estampa de Bart Simpson haciendo un calvo. Por lo que parece, el mocete navarro sigue disfrutando de la adolescencia, aunque futbolísticamente la madurez que ha alcanzado es ya incuestionable. A la espera que el próximo domingo nos pueda enseñar otro calvo, pongamos que de Shin Chan, la afición añora el parabrisas con el que Toquero enfatizaba sus goles, que en esta campaña brillan por su ausencia, y sobre todo que el Athletic emule en lo que pueda al Barça, pongamos que buscando con denuedo y codicia más goles si a los diez minutos marca dos, sobre todo para goce y disfrute de la parroquia y, en su defecto, para evitar el absurdo sufrimiento posterior.