Miedo al peligro desconocido
En una situación de peligro se piensa con las piernas, la razón se atropella y el corazón se desboca. Ocurre bien a menudo, sin embargo, que no hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros desconocidos son los que inspiran más temor. Esa angustia entre tinieblas es la que ha llevado el pánico al corazón de Bizkaia, ha llenado de miedo las bodegas de pequeños municipios que conocen ya de la existencia del hombre del saco. ¿Quiénes son los culpables...? La pregunta no tiene una respuesta sofisticada, al estilo de la deslumbrante cascada de deducciones de Sherlock Holmes, ni una contestación tranquilizadora, a la manera de los viejos telefilmes norteamericanos, donde un policía sin afeitar aparecía en pantalla y aseguraba, con convicción, aquello de "cogeremos al culpable".
Se sabe, eso sí, que no son fantasmas; que los malhechores existen y que arrastran tras de si una estela de violentas fechorías. Y se sabe, también, que conocen a la perfección las distancias en las que se mueven: al menos a un cuarto de hora de la patrulla más cercana. Todo ello exige una plan minucioso y un conocimiento del terreno extraordinario e insólito en el caso de que se trate, como algunas voces apuntan, de bandas de colombianos, albanokosovares o rumanos, gente que ha de llamar la atención en poblaciones pequeñas, uno de los objetivos dentro de la diana.
Las denuncias llueven a gusto de todos. Falta policía y es preciso un horario de oficina más flexible en los coches patrulla. Se ha creado tal estado de sugestión que comienzan a verse sombras sospechosas en cualquier rincón, eso que se llama la segunda amenaza. Cuando uno recela de cualquiera que viene por el camino, sea el vecino, un criminal o un paseante distraído, cualquier desgracia queda al alcance de la mano así que hay que apaciguar, pronto y bien, éste estado de excitación.
Mientras tanto, mientras se espera la solución, queda en cuarentena una bilbainada clásica, aquella que dice (entónese aquí la voz con gárgaras de vino tinto...) "Cuando hablemos de Bilbao/tengamos siempre presente/los pueblos que le rodean/y dan solera y ambiente..." Hoy esos mismos pueblos tiemblan. No están para fiestas.