LAS diferencias son notables. Según Zapatero, un albañil español puede mirar el futuro con esperanza, siempre y cuando sea capaz de subsistir once años en el paro, que es el tiempo marcado por Zapatero para que pueda acceder a sectores como el aeroespacial o biotecnológico después de someterse al reciclaje profesional que la Ley de Economía sostenible señala para 2020. Así es el plan que nos propone el presidente del Gobierno español, en tanto que el capítulo de gastos destinados a financiar directamente (no financieros) la investigación, caerán un 17,7 por ciento.
Da la impresión de que los socialistas viven en una burbuja mediática desde la que sueñan y proponen proyectos de ley como el de Economía Sostenible, definido por algunos como "globo publicitario", que promete un plan milagroso a largo plazo.
Pero como todas las burbujas se muestra inaccesible a la realidad que muchos y preocupantes análisis hacen sobre la economía española, diagnosticándola como la enferma de Europa. Para ello, ponen sobre la mesa la tasa de desempleo o los niveles de deuda, tanto pública como privada, mientras que Rodríguez Zapatero mantiene un personal e intransferible tira y afloja entre sus dos personalidades antagónicas que surgen desde La Moncloa (presidente del Gobierno) y desde la calle Ferraz (secretario de un partido teóricamente socialista).
Algo similar podría decirse del Ejecutivo vasco si no fuera porque el aislamiento de la burbuja le hace ser un gobierno invisible, salvo para actos públicos en los que escenificar (con luz y taquígrafos) la "normalización" del país. El hecho de que el lehendakari Ibarretxe se haya visto obligado, mediante artículo publicado en este periódico, a contestar los excesos verbales de López en relación a la política económica de los anteriores gobiernos, pone de manifiesto hasta qué punto el actual ejecutivo sigue instalado en la mentalidad de la oposición, como cuando se opuso a la fusión de las cajas de ahorro vascas, que hoy sigue siendo necesaria.
Apenas hay ideas nuevas y ni tan siquiera el tan traído y llevado endeudamiento público se hubiera podido llevar a cabo sin la austeridad en la gestión de los dineros públicos que llevó a cabo el ahora denostado Ibarretxe. El invisible Gobierno vasco actual espera, simplemente espera, a que la recesión termine por sí misma para subirse al tren de la recuperación económica cuando pase por delante de la puerta de Lakua.
Entre tanto, seguirán con la cabeza bajo el ala, al tiempo que ningunean iniciativas o reflexiones como la planteada esta semana sobre una posible reforma fiscal. Como dice Ibarretxe, "el Gobierno no está, ni se le espera".