Son el fruto perfecto para la naturaleza humana errante. Te enseña a sobrevivir con la incertidumbre: si sale con barbas, San Antón; y si no, la Purísima Concepción. Es la suela ligera que te ata a la tierra, para que no se te olvide que soñar es necesario para seguir viviendo en paz con los tuyos por lo menos. Son cosas de familia que hay que mantener a todo trapo, pase lo que pase. Si se te cuela alguna piedra, alguna china en el camino, siéntate y sácala y procura caminar con cuidado sobre la gravilla que te encontrarás a lo largo de él. Contempla sin prisa la hierba, las flores, los granados en flor y la sombra, cuando el sol aprieta. Disfruta del privilegio de ser uno de los que tiene a su servicio, a pie de tierra, centenares de jardineros que cuidan tus paseos, que los ricos poseen en sus grandes mansiones cerradas al púbico sin la alegría de ver pasar la vida diaria sencilla y su color.