Síguenos en redes sociales:

Prevenir para no lamentar

Hace unos años, en uno de los conciertos que se celebran en la Encarnación durante la Semana Grande, un joven con discapacidad se sintió mal hacia la mitad del concierto y, al final del mismo, tras dos bises, llegó el personal de la ambulancia. Una persona me informó que el mencionado joven había fallecido allí mismo. Solo unos pocos nos enteramos de ese desgraciado final; el hecho fue silenciado porque, seguramente, no les interesaba a los responsables, dada su mala gestión preventiva.

A partir de ese doloroso suceso, ningún año ha faltado una ambulancia. Hasta este año que, mira por dónde, en el transcurso del primer concierto se indispuso una señora y la ambulancia tardó 25 minutos en llegar. ¿Qué habría ocurrido si hubiese sido un infarto?

Vamos a ver: estamos hablando de un recinto cerrado con un aforo de unas 700 personas de mediana edad para arriba (yo tengo 81 años), con el “hándicap” de que está ubicado en una zona de complicado acceso y, para más inri, son 7 los eventos y durante las fiestas. Esto es muy serio. Durante el desarrollo de los mismos, en estas condiciones tal mal gestionadas sanitariamente, podía haberse repetido una desgracia lamentable.