Violentar la Democracia físicamente, por la fuerza bruta, o psíquicamente, por las grandes mentiras y manipulaciones a través de los medios de comunicación, dan como resultado lo mismo, qué deja de ser una Democracia y se convierte en otra cosa. Las normalizadas grandes mentiras en la política, son como la violencia en el fútbol, tanto dentro como fuera del campo, se justifica la propia pero resulta insoportable la ajena, y nadie se atreve a erradicarla y a juzgarlas blanco sobre negro.