Existe una doctrina militar cuyo nombre técnico es el que figura como título de la presente carta al director. Se basa en la utilización de un poder abrumador que conlleva una demostración espectacular de fuerza que paraliza la percepción del enemigo hasta quedar postrado por la impotencia. La dana, de cuyos estragos estamos siendo testigos, nos ha demostrado el poder letal y aniquilador de la madre naturaleza cuando utiliza su inmenso poder devastador; su fin es debelar todo lo que encuentra a su paso hasta lograr un paisaje apocalíptico que supera con creces a cualquier distopía. Ante tan tétrico panorama, el ser humano debe de mostrar lo mejor de su especie: Las zonas afectadas necesitan todo el combustible solidario para volver a levantarse y España entera se ha convertido en la gasolinera emocional y física para que puedan repostar. El pueblo soberano demuestra vez tras vez que está por encima de ideologías que en demasiadas veces hacen que tomemos caminos divergentes con nuestros vecinos, se exhibiendo lo mejor de nosotros mismos como sociedad y en lugar de divergir y ramificarnos, buscar y encontrar la convergencia, confluir hasta llegar juntos a la desembocadura donde todas las aguas se juntan en un inmenso y profundo mar de camaradería y fraternidad. Vemos, perplejos y atónitos, como la clase política comienza a lanzarse dardos mientras que muchos compatriotas, en estado de putrefacción y todavía insepultos, esperan a ser localizados para que sus familias y amigos puedan despedirse de ellos. Conmoción y pavor también ante determinados comportamientos.
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