Hace décadas del grito punki al futuro, pero a la juventud no nos queda lejos esa perversión del mañana. Nos es difícil imaginar un mundo más allá de la Agenda 2030, pues los relatos mediáticos y políticos arrojan tinieblas a un futuro ya oscuro. El progreso murió con Hiroshima, Chernóbil o Blade Runner y la imagen de futuro que componemos ahora no dista de ese contexto. Un reflejo claro es el boom distópico en el mundo audiovisual de las últimas décadas. Parodiado o no, el espanto marca los límites. Engullimos horror todos los días. ¿Es posible que hayamos desarrollado una filia hacia él?
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