Él uno, por una perversa y sádica provocación política que buscaba sibilinamente el enfrentamiento social en las calles sin importarle sus trágicos resultados, algo imperdonable, qué consiguió paradójicamente el mayor número de independentistas. Y el otro, por una cansina y machacona opción, que sin números que les avalen se convierte en un devaluado capricho, que está haciendo que retroceda ese legítimo anhelo de independencia, qué el 1 de octubre de 2017 fue del 38% sobre el total del censo, y en la actualidad es del 24%.