Una de las obras más paradigmáticas de Banksy es la de esa niña con su globo, ella en blanco y negro, el globo en rojo pasión. Un fuerte viento sopla su pelo hasta ponerlo horizontal y la parte inferior de la falda, loca de envidia, se alinea con el cabello. El globo se ha soltado de su mano y vuela hacia la izquierda del espectador al mismo tiempo que busca el cielo. Parecería que lo hubiese soltado porque el globo tiene forma de corazón, como si quisiera decir al mundo entero una metáfora de su estado de ánimo a pesar de su corta edad. Sin embargo, bajo el barandado de ficción, que no sueña otra cosa que ser parte del edificio si alguna vez consigue dejar de ser obra de arte, una frase escrita en inglés con tiza y letras mayúsculas nos cuenta la verdad: “Siempre hay esperanza”, dice con ironía. No soy quien para dar consejos, aunque tenga claro que se debe apoyar a Ucrania incluso con armamento pesado. También creo que si Zelenski pidiese una bomba atómica con el argumento de que en igualdad de condiciones Rusia no se atrevería a ir más allá, casi nadie estaría de acuerdo. Ojalá que la niña de Banksy pueda todavía atrapar de nuevo el cordel de su globo, que casi roza con los dedos, para tener otra vez la esperanza en la mano de que el mundo reencuentra su pacífica órbita.