Hace poco he intentado incluir discretamente en el precio del café monedas de céntimo, pero mi trama ha sido descubierta: ya no las aceptan, porque no tienen ningún poder adquisitivo.

Me pregunto qué hacer con las condenadas monedas. ¿Seguir acumulándolas en mi monedero? ¿Guardarlas en un tarro y llevarlo religiosamente al banco para obtener tres euros por meses de trabajo y paciencia? ¿O tirarlas al suelo con un gesto de mala leche ya que, al fin y al cabo, es nuestro dinero?