Los perros no se ahorcan solos, no se pegan tiros entre sí, no ponen los cepos y lazos donde caen, no se atan a cuerdas sin agua ni comida en su extremo, no cavan las fosas ocultas donde tiran sus cuerpos. Detrás de tantos (encontrados o no) y sus mil formas de maltrato y muerte está con frecuencia la mano de un cazador. Son los mismos que por diversión, competición y hacerse las fotos con los "trofeos" matan en fincas cerradas a cientos de animales en una jornada, que disparan a lobos (prohibido) y piden poder hacerlo con cigüeñas. Pero después recorrerán las calles de Madrid jurando que ellos son Defensores de la Vida y que Cazar No es Matar.