Estamos en pleno descenso de la pandemia que no desescalada, inexistente palabro y eufemismo con el que se ha querido evitar la connotación negativa de la palabra descenso. Como saben los montañeros expertos, el descenso de una montaña es peligroso y no es raro que provoque más accidentes que su ascenso, porque el cansancio, la falsa sensación de seguridad y la pérdida de concentración conduce a menudo al abandono de las más elementales normas de seguridad. Aunque en estos momentos haya disponibilidad suficiente de camas de UVI y reanimación en los hospitales de Osakidetza, es preciso recordar que no hay ningún tratamiento eficaz contra el coronavirus y que en los casos que se complican gravemente puede ser inevitable el fallecimiento de la persona por muy avanzada que sea la asistencia que reciba. Por eso, aun estando en Euskadi en esa fase de descenso es importante mantener la tensión y esforzarnos por cumplir todas las medidas sanitarias recomendadas: Mantener la distancia de seguridad de dos metros, distancia solidaria que nos une a la vida, asegura la victoria contra la pandemia; usar mascarilla cuando sea imposible mantener la distancia de seguridad; extremar la limpieza de las manos y de todos los elementos que posibiliten la transmisión del virus; y mantener el confinamiento racional de las personas especialmente sensibles: mayores con pluripatologías, inmunodeprimidos... y contactar sin demora con su médico de cabecera ante la aparición del primer síntoma sospechoso. Estamos cerca de vencer al covid-19, y aunque el número de fallecidos vaya a ser lógicamente cada vez menor, sentiremos como una tragedia cada muerte que pudiéramos haber evitado. La responsabilidad de ganar a esta pandemia con las menores pérdidas de vidas posible, no recae solo en el sistema sanitario, sino que depende fundamentalmente del comportamiento y actitud de todas las personas que componemos la sociedad vasca. Es responsabilidad de todos.