El temor ha sido siempre uno de los aliados más fieles del poder, que intenta que la población viva inmersa en él. El sindicalismo de izquierdas está obligado a informar de forma transparente a la ciudadanía, combatiendo con la verdad y la información el miedo que pueda generarse para el control social. Es evidente que con el coronavirus tenemos un problema de Salud Pública, sí, pero nos asusta el tratamiento que se le está dando, utilizando el miedo de forma gratuita, provocando así una alarma social imposible de gestionar. Una sobredimensión del problema que pone en jaque a la sanidad pública, la única con capacidad real para dar respuesta a este tipo de epidemias y garantizar asistencia a toda la población, sin importar su edad, sexo, procedencia o nivel socioeconómico. Ante todo, la labor de los sindicalistas tiene que ser la de exigir información diaria y veraz, formación continua para el manejo de las nuevas enfermedades infecciosas, actualización de todos los protocolos de actuación, asegurar las condiciones de seguridad de los y las trabajadoras y tener la madurez necesaria para no caer en el alarmismo que se ha instalado en muchos sectores de la sociedad.