Si me pongo este vestido, ¿qué pensará la gente cuando me vea con él? Si canto esta canción, ¿pensarán que soy una friki? Si no doy el pecho a mi hijo, ¿pensarán que soy mala madre? Estamos acostumbrados a pensar que vivimos en un tribunal y que nuestro entorno son jueces dispuestos a dictar sentencia. Nuestro día a día consiste en actuar en base a lo que se considera que “está bien” o “es normal” por miedo a ser condenados a cadena perpetua. Tenemos la sensación de que si no actuamos así nuestra vida se convertirá en un rompecabezas y nos resultará difícil encajar en cualquier parte. Por eso es más fácil colocarse una máscara. Pero no hay que olvidar que ésta mata nuestra personalidad. Tenemos que proteger nuestra identidad y esencia. No podemos permitir que el miedo a no gustar nos limite y acabe con nuestra libertad. Como dijo Victor Hugo: “Ser discutido, es ser percibido”.