Se celebró la Diada 2019. Cada vez más invisible, casi pasó desapercibida. Parece que la convocatoria unilateral independentista no fue bien entendida por casi 7 millones de catalanes. Lo que habría que aplaudir es el fin de un conflicto civil sangriento entre austracistas del Archiduque Carlos y botiflers (mote catalán dirigido a los borbónicos). Franco celebraba lo suyo cada 18 de julio. Si un dictador dijo que había que glorificar esa fecha (ganadora) anualmente, otra omnipotencia (la mayoría nacionalista en el ausente Parlament de Catalunya), decretó hacer lo mismo cada 11 de septiembre (perdedor). Ceremonias con fondos míticos? Es dudoso que algunos sepan realmente qué diablos se celebra, y debería ser delictivo manipular la Historia. Los mismos discursos insensatos y ofensivos. Idénticas amenazas y agresiones a medios de comunicación ajenos. Y en esta ocasión hasta hubo una sinfonía del himno de España desde un piso cercano, que pulverizaría cualquier sonómetro, para acallar las epístolas apócrifas de Torra. ¿A alguien le importa que Catalunya, y especialmente Barcelona, se encuentren fuera de control y en un apocalipsis de homicidios y delitos de todo tipo ante la inacción de garantes de la protección ciudadana, comenzando por la alcaldesa Colau? Pues nada, a seguir festejando?