Que pena con mis 21 años no poder tener una varita mágica para convertir a la mayoría de los conductores de autobuses de transporte público de Bizkaibus en pasajeros de su propio vehículo, eso sí, no con la edad que tienen, sino con 30 o 40 años más. Solo así se darían cuenta de las cabriolas que tiene que hacer el colectivo de personas mayores para poder llegar y acomodarse en un asiento libre desde que pagan o validan su billete, simplemente porque el chofer arranca y se pone en carretera sin tenerlos en cuenta. Presión de horarios, malas costumbres, incumplimiento de normas? No lo sé, pero, ¿quién controla o forma a estos trabajadores para que usen la suficiente empatía y lleguen a pensar que dentro de unos años serán ellos los que, asustados, busquen con una mirada quien les tienda una mano para sentirse seguros y comenzar su viaje? Agradecería a DEIA que dedicara parte de una página a apoyar la integridad física de nuestros mayores cuando optan por viajar en transporte público.