El pasado jueves leía la noticia de que el IFAS ponía en marcha un proyecto de comidas trituradas con apariencia y sabor del alimento originario. Degustar unas antxoas rebozadas, es muy sencillo para la mayoría de las personas, pero un gran impedimento y sufrimiento para personas de la tercera edad y/o discapacitadas tendentes a las disfagias u atragantamientos que pueden llegar incluso a producir muertes. Estas nuevas técnicas culinarias no solo facilitan su ingesta sino que hace que las personas residencializadas vuelvan a recuperar un cierto entusiasmo y alegría por comer, apartando la rutina diaria del proceso alimenticio. La comida, en una sociedad como la nuestra siempre ha sido sinónimo de placer, así que si este proyecto echa raíces, no solo disfrutarán las personas usuarias, también los familiares y por supuesto los y las profesionales del sector, ya que pone en alza unas tareas susceptibles de ser privatizadas. Para que este sea una realidad firme y exportable, se requiere formación y plantillas acordes a garantizar el servicio público que se merece la sociedad vizcaina. No escatimen. Bravo por la iniciativa foral que pone en alza el valor de la comida y de sus profesionales, y por recuperar el verbo comer poniendo en ello todos los sentidos, añadiendo corazón.