Los integrantes de la comunidad cristiana siembre habíamos visto con naturalidad que un estudiante de cura o sacerdote, al terminar su carrera, estuviese ya colocado y eso que el resto de los mortales (cristianos) nos las tuviéramos que ver y desear para desear el tan anhelado y maldecido trabajo. A algunos el trabajo al que aspirábamos nos costó años y años, después de trabajar de pico y pala. Que ahora -y siempre-- se dedicaran a corromper a nuestros hijos e hijas pasa de castaño oscuro. Están en buen sitio, nos repetíamos. Los hemos mandado a los campamentos en buena compañía. ¡Y tan buena! Ninguna institución debería estar, es más, ni puede estar, por encima de la dignidad de las personas. Ni siquiera nuestra Iglesia. Los señores obispos deberían proteger a la base, a los cristianos de a pie. ¿Lo hacen? Humildemente lo dudo. En esto los cristianos y los católicos deberíamos ayudarles. Es vital. Sobre todo para nosotros, no sé si para la jerarquía eclesiástica.
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