Se rasgan las vestiduras porque en Inglaterra apoyaron el Brexit. Lloran porque Estados Unidos prefirió a Donald Trump antes que a Hillary Clinton. Se revuelven nerviosos cuando observan que Italia rechaza la reforma propuganada por el primer ministro, Matteo Renzi. Y, sin embargo, son incapaces de desalojar del poder a ese Partido Popular, cada día más impopular. Ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
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