Lo que más me impresionó cuando vi la noticia en la tele no fue la noticia en sí, ni las lágrimas de cocodrilo de los malvados de tu cuadrilla. Amamantaste monstruos con la sensibilidad de la piel de escamas de los cocodrilos, con la escusa de la religión, como Cotino (Opus Dei), u orden, como Mariano Rajoy (piel de elefante gallego), etc. No te dabas cuenta de que la vanidad es hueca. Lo que de verdad me impresionó fue que a la salida grande del hotel donde nos dejaste pasaba una carretilla con saco blanco con cremallera, atado, donde viajaba tu cuerpo, convirtiéndose en camilla cuando la colocaron en una furgoneta sanitaria que te llevó a una losa fría del instituto anatómico forense y allí te rajaron de arriba hasta abajo y comprobaron que habías muerto de muerte natural, porque el corazón se había encogido todo de penita pena buscando el rincón de la ternura sin encontrarlo. Mataiotes mataiotetos kai panta mataiotes. Vanidad de vanidades y todo vanidad. Me encanta esa frase en griego. Me la enseñaron de joven y la recuerdo a menudo. Rita B., descansa en paz, que falta te hace tanto a ti como a nosotros.