Acaba de celebrarse la efeméride del segundo aniversario del referéndum de carácter vinculante en el que se dijo no a la posibilidad de una Escocia independiente. Una votación llevada a cabo el 18 de septiembre de 2014, con un 55,3% de votos contrarios frente al 44,7% de partidarios de la secesión) Desde entonces, el modelo escocés se convirtió en paradigma de lo que debe ser un proceso de desanexión, ya que su modus operandi fue el que debe darse entre gente civilizada, y es que en Escocia no hubo terrorismo, lo que choca frontalmente con otra de las cuatro naciones que conforman el Reino Unido. Como muchos de ustedes habrán adivinado, hago referencia a Irlanda del Norte, que con más de 3.000 muertos, víctimas de la sinrazón del terror, vio pasar de largo la bonita posibilidad de haber celebrado su referéndum de autodeterminación durante el presente año, justo en el centenario del levantamiento de Pascua, sangrienta revuelta que desembocó en la guerra de independencia irlandesa contra la ocupación del Reino Unido. En los seis condados del norte de Irlanda bajo ocupación británica no se atisba el momento del referéndum autodeterminista que propugna el Sinn Féin. La diferencia de actitud con respecto a Escocia que se ha mantenido desde Londres obedece a lo ya comentado: allí donde ha habido terrorismo, en claro contraste con donde no lo ha habido, el tiempo corre más despacio en la carrera hacia la autodeterminación