Con pena y tristeza observa Simplicius, como día tras día se multiplican, los casos de graves deficiencias en la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto de muchísimas personas entre las más distinguidas del Ghota político español.
Ratos, Bárcenas, Blesas, Granados, Correas, Cristinas y más y más y más, en distintos Nóos, Gúrteles, Púnicas o ERE, no veían dinero, no lo oían, no le sacaban gusto, no lo olían y no lo tocaban. Sencillamente no lo sentían. No gozaban de sus delicados colores, de su melodiosa música, de su delicioso sabor, de su aroma inconfundible... Casi se podría pensar que ni lo conocían. Qué dolor ignorar que tienes en el desván un maletín con un millón de euros en crujientes billetes nuevos, olvidado por tu fontanero.
Simplicius confiesa, que si los afectados no fuesen personas tan serías, le costaría creerles tan ciegos, sordos, incoloros, inodoros e insípidos.