En la avenida Rivadavia, de la ciudad de Buenos Aires, hay un inmueble construido a principios del siglo XX por el ingeniero argentino Eduardo Rodríguez Ortega; en 1999 una empresa adquirió el cuarto piso y procedió a restaurar la cúpula que lo remata. Como homenaje del encargado de las obras a Gaudí, se instaló en la fachada la siguiente frase: “No hi ha somnis impossibles”, esto es, “No hay sueños imposibles”.

Parece la premonición de lo que puede ocurrir a partir del día después del 27-S en Catalunya, lugar desde el que como todo el mundo sabe, se ha lanzado un pulso al Estado. El caso es que según el CIS, Junts pel Sí parece que necesitará del apoyo de la CUP (que no olvidemos que no quiso integrarse en la lista unitaria de JxSí) para obtener mayoría absoluta, y siendo vox pópuli como es que tanto el líder de la Candidatura por la Unidad Popular en la legislatura que termina, David Fernández, como el actual candidato de la izquierda radical, Antonio Baños, no son garantes del apoyo a la investidura de Artur Mas, podría ser que aquel que ha cargado sobre sus hombros con todo el peso del proceso catalán, debiera apartarse en beneficio de Raül Romeva.

El caso es que el día después al 27-S, soplarán nuevos aires en Catalunya, no sé si buenos o no, ya que eso depende desde el prisma que se mire, pero una cosa que quede clara: como reza la fachada del edificio bonaerense arriba citado, “no hay sueños imposibles”, algo extensible al pueblo vasco.