Oriente Próximo lleva varios años viviendo el cortejo de aquellos que quieren impulsar la democracia a base de revueltas y revoluciones inciertas, que en la mayor parte de los casos no han llegado a ningún lado, y el de los que se aferran a los viejos timoneles, intentando evitar que el ajedrez de la región cambie. Libia, Irak y Siria viven prácticamente en la anarquía. Egipto está en manos de los militares, después de un intento fallido de alcanzar la democracia que no conllevó más que al auge de los islamistas. El único país que parece encaminar un futuro próspero es Túnez, quizás porque está mas alejado de la región y no sufre el juego de las potencias. Ya no solo se percibe el enfrentamiento entre chiíes y sunníes, sino entre Turquía, Egipto, Arabia Saudí, etc. El caos es absoluto. El enemigo del pasado puede que se convierta en el amigo del futuro y al revés. Estados Unidos, en medio de todo esto, no tiene una postura clara. Su independencia energética y su paulatina retirada del tablero desconcierta a propios y extraños. Un equilibrio Irán-Estados Unidos sería la solución para la región, pero Israel y Arabia Saudí verían amenazados sus intereses. Falta decisión a la administración Obama.