ME falta tiempo para quitarle el celofán a esta semana después de lo que ha ido saliendo del envoltorio durante la pasada. El culebrón del exministro José Luis Ábalos lo sigo con la pasión de una telenovela turca. Rozando el llanto en su defensa del escaño y el aforamiento, es difícil no empatizar con sus vicisitudes de desamor, él que tanto quiso a Sánchez cuando fue un paria en su partido, justo antes de ser presidente. Pero se ve ahora solo, fané y descangayado como cantaba el tango y, lo que es peor, señalado por el juez como intermediario de esa trama de comisiones ilegales de la que usted me habla, que es el modo en que se refiere a sus pesadillas cualquier político de pedigrí al ponerse de perfil desde que Mariano Rajoy instituyó la expresión.

Esa historia de folletín sobre amor no correspondido entre el secretario general del PSOE y su exsecretario de organización la ha reescrito Tellado. No; Corín, no. Miguel, que exuda mucho menos romanticismo y mucha más bilis. Ahora resulta que Koldo García, el exportero aizkolari y exconsejero de Renfe, hacía ojitos a la nueva mano derecha de Alberto Núñez-Feijóo –o izquierda; la de dar mamporros, vaya– y estaba a punto de quedar con él, algo que Miguel Tellado niega. Creada la expectativa de confirmar si hubo o no match en Tinder, la historia animaba a no cambiar de canal, porque ya solo le faltaba una escena de ‘edredoning’, hasta que se cruzó el Tribunal Supremo y no pude evitar zapear.

Puigdemont será investigado porque la Sala de lo Penal considera que fue el number one de Tsunami Democràtic pero, sobre todo, porque se alinea con el juez García Castellón al considerar que esta plataforma era un grupo terrorista que asesinó a un turista de un infarto. Así que me he enganchado a esa serie sobre togados –CSI Puñetas– por ver cómo acreditan que el expresident catalán corneó a Manolete.