Desde los tiempos de Salomón, la única constante en la evolución histórica es el aforismo que según la leyenda estaba en el sello del monarca: “Esto también pasará”. Esa realidad se puede contemplar como un chaparrón, refugiándose de ella y evitando que te toque, o como un baño en el que empaparse de experiencia, admitir los errores y construir la conciencia colectiva que impida que se repitan. Pello Otxandiano no se va a mojar.

La huida de EH Bildu de la página de la violencia en Euskadi sin leer el papel de cada cual la resumía su candidato a lehendakari: “ETA fue un ciclo político en este país” y su aspiración de salir incólume de ese ciclo la concretaba situándose entre quienes no tienen “responsabilidades en esa fase”. Hasta aquí ha llegado esta semana su compromiso ético frente al “ciclo político” del asesinato y la extorsión. Esto va de evitar que se manche la imagen del hijo de Caín para que se abran las puertas del Paraíso. Pero la marca del padre persiste mientras no se lave con la condena del crimen injusto. Y no basta con atribuir el reproche a una estrategia de las derechas españolas.

Hoy es el día en el que el “ciclo político” del franquismo sigue apestando porque la ausencia de la suficiente reprobación ética por la parte de la sociopolítica española más cercana ideológicamente o más beneficiada por él retoma fuerzas con el concepto nacional que alimentó sus crímenes. Hoy hay voces que no tuvieron responsabilidad en los crímenes de ese ciclo histórico pero que abrazan sus ideales, justifican sus excesos por un bien superior y obstruyen el resarcimiento de sus víctimas. Denunciamos el peligro de ese pensamiento disfrazado de propuesta democrática cuando lo vemos representado por la derecha ajena. ¿Qué hacemos con su equivalente en la izquierda propia? ¿Nos basta con que los herederos intelectuales del ciclo del franquismo no lo condenen porque no estaban allí? ¿De qué sirve el ciclo de Otxandiano si no condena los crímenes de ETA? ¿Acepta el ciclo de los GAL? ¿Qué ofrece su silencio a los que los condenamos todos? Desconfianza.