Ayer cumplió años mi hijo mayor, Imanol, y llevo días sufriendo al caer en la cuenta de la enormidad de años que tengo y que voy dejando atrás y olvidando para ver que viene después. Esta idea viene al hilo de las que acuden a mis meninges cuando veo mucho joven radical de un lado y otro agitando la calle y después escucho a periodistas, tertulianos y opinadores sugiriendo que, para no repetir errores, hay que hacer pedagogía y memoria de lo pasado en este país en diferentes ámbitos y momentos.

Y entonces pienso que a un joven de ultraderecha aporreándolo todo no hay que explicarle lo que pasó cuando sus antecesores hicieron lo mismo, pues él quiere repetir aquella historia porque piensa que es la correcta. No hay memoria que le corrija. Y entonces pienso que a un joven que se dedica a manifestarse aporreando fascistas y contenedores no hay que recordarle la historia de lo que pasó, porque la sepa o no, cree que es ese el modo apropiado de actuar y no es la memoria lo que le va a quitar esa idea de la cabeza.

Más que pesimista ante lo que viene ocurriendo me gustaría ser posibilista y reconocer que, a los que ya están radicalizados, solo queda criticarles y mantenerse alerta para que no sumen, y a los que vienen detrás, más que pedagogía histórica hay que ofrecerles lecciones sobre el concepto de democracia, el modelo de convivencia más parecido a lo justo y el que mejor contiene la idea de libertad y respeto mutuo, aunque a veces no lo parezca.

A mis hijos ya no les puedo educar con lo que ahora sé, y muchas veces pienso en ellos ante la duda de si su madre y yo lo hicimos bien, mediano o peor cuando, siendo niños, les intentamos explicar estas cosas. Solo espero que lo dicho les haya podido servir para ser buenas personas, demócratas y libres. Con eso me vale. Zorionak Ima!