Septiembre está marcado por la constante de la vuelta al cole. No deja de hacerme gracia la exaltación comercial de esta última experiencia: niñas y niños corren a ponerse un uniforme y exigen la apertura de puertas de los centros escolares. Un relato contra natura. No digo que no haya quien lo viva como una fiesta de incumpleaños, pero hasta en el País de las Maravillas se cortan cabezas... de pega. A la clase política española le pasa igual: hay gatos de Cheshire que desaparecen a conveniencia, conejos que llegan tarde y, sobre todo, gigantes de un día que se hacen minúsculos al siguiente por su inconsistencia.
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