Desunidos sin diversidad
El reconocimiento del euskera, catalán y gallego en la Unión Europea es una cuestión de tiempo. Quiénes hoy lo impiden incumplen la Carta Europea de Derechos Fundamentales que prohíbe expresamente la discriminación de cualquier ciudadano europeo por razones de lengua, nacionalidad o religión. Esta Carta está incluida en los tratados y es, por lo tanto, de obligado cumplimiento en todos los estados miembros.
La condición legal de lenguas oficiales de estas lenguas en parte del territorio europeo ha dado lugar a realidades incuestionables. Hay sistemas educativos que expiden titulaciones en ellas. La existencia de sociedades bilingües en territorios monolingües a efectos de la Unión ha generado ya absurdos sinsentidos en el desarrollo de programas como Erasmus, el Cuerpo Europeo de Solidaridad, el programa “Europa creativa” o plataformas de apoyo a estos intercambios. No respetar estas realidades discrimina. Retrata a quienes presentan esta cuestión como un asunto de “nacionalistas”, cuando se trata de una cuestión crítica para la calidad de nuestra democracia.
El Parlamento europeo aprobó en 2013 el denominado informe Alfonsi, para proteger los derechos de los hablantes de lenguas minorizadas. Ese mismo año la eurocámara reconoció a Euskaltzaindia con el premio Ciudadano Europeo. Diez años después un estudio ratificaba que el reconocimiento de la diversidad que estas culturas aportan a la Unión apenas alcanzaba lo folklórico.
No se percibe en las plataformas y programas europeos relevantes para la libre circulación de personas, el acceso al trabajo, los intercambios educativos o el apoyo a la creación cultural. Quienes se empeñan en persistir en este error conjugan un corrosivo “desunidos sin diversidad”.