El desarrollo económico de una sociedad se mide por el incremento anual de su PIB (Producto Interior Bruto). Este indicador cuantifica “el valor de todos los bienes y servicios producidos en el año” y se expresa en forma de porcentaje de variación respecto al año anterior.

Se trata de un valor medio de la evolución de los sectores que componen la economía. Mientras unos crecen y se desarrollan, otros pueden entrar en declive. Los aumentos en el PIB son bien acogidos, pero es necesario analizar si responden a un crecimiento armónico o, por el contrario, generan desequilibrios estructurales. El desarrollo unilateral de un sector mientras otros entran en decadencia es peligroso, pues produce indeseados efectos colaterales que deben tenerse en cuenta.

En el siglo pasado, la economía vasca experimentó una gran transformación sectorial. La decidida apuesta por la industrialización trajo consigo un gran auge económico, mientras el sector primario languidecía. El desarrollo fue evidente: creció la riqueza del país, se modernizaron sus instituciones y se alcanzó un envidiable estado de bienestar. La contribución de la industria al PIB llegó a superar el 40 %, mientras que el sector primario, que representaba cerca del 50 %, cayó por debajo del 5 %. Estas modificaciones trajeron consigo consecuencias en el equilibrio y la estabilidad social:

• Despoblamiento de zonas rurales y crecimiento explosivo de las urbes. Se abandonaron explotaciones agrarias, se transformaron cultivos, el caserío pasó a ser una segunda residencia y la cultura rural quedó relegada a un carácter testimonial (deporte y folclore).

• Dependencia alimentaria, pasando del autoabastecimiento a la masiva importación, lo que supone una gran debilidad estratégica y coloca al país en una situación vulnerable.

• Desplome de los mercados locales de cercanía, adaptados, conocidos y fiables, que fueron sustituidos por cadenas externas con productos y servicios de procedencia global.

• Abandono y deterioro ambiental con desequilibrios crecientes, hasta llegar a situaciones de irreversibilidad.

En la actualidad, estamos al inicio de otro gran movimiento transformador. Está surgiendo con fuerza un nuevo sector que, ubicado en el sector servicios, empieza a mostrar un gran potencial de crecimiento. Me refiero a la actividad de servicios avanzados, que comienza a denominarse como “sector del conocimiento”, compuesto por la investigación científico-tecnológica, instituciones académicas, tecnologías de la información, comunicación y otras actividades equivalentes. Su aportación al PIB duplica la del sector primario y crece con vigor. Las nuevas aplicaciones de la inteligencia artificial pronostican un desarrollo explosivo.

Sin embargo, la apuesta decidida por el “sector del conocimiento” tiene el peligro de arrinconar a los sectores tradicionales si no se atienden con la misma intensidad. Es imprescindible que el desarrollo económico sea sólido y equilibrado, que evite efectos colaterales adversos y fomente la “equipotencialidad sectorial del desarrollo”.

El “sector del conocimiento” tiene una doble potencialidad:

• Ser una actividad competitiva en los mercados internacionales.

• Actuar como motor de modernización del conjunto de la economía vasca.

Ambos conceptos son complementarios. La tecnificación avanzada de la sociedad vasca, además de contribuir al fortalecimiento de los sectores primario y secundario, dará “músculo” al sector del conocimiento para abordar mercados internacionales. Desarrollar proyectos estratégicos, aunar esfuerzos públicos y privados en este empeño e implicar al naciente sector en la tecnificación de los sectores tradicionales es la mejor forma de impulsar un desarrollo equilibrado de la economía y fortalecer las nuevas oportunidades.

La transformación socioeconómica que se avecina requerirá afinar al máximo nuestra capacidad competitiva. Es preciso que la organización social funcione como un “reloj”; los desajustes y las “piezas sueltas” generan retrasos incompatibles con la precisión. En esta nueva carrera competitiva, todos estamos en la “línea de salida” y tenemos las mismas posibilidades. La Comunidad Autónoma Vasca cuenta con los “mimbres” necesarios para asumir el reto; solo falta la decisión de ambicionar futuros ilusionantes y la voluntad de aglutinar esfuerzos. l

Economista