La medida de nuestra autodeterminación personal quedó retratada durante el colapso eléctrico. Empatizamos con los atrapados en el ascensor, con los que esperaron horas a su transporte público o con quien calculaba la paliza que tendría que darse a cocinar –o a comer, según el caso– si se descongelaban todas sus reservas. Eso, sin mirar impactos económicos. Pero lo que nos da la medida de la dependencia es que todas esas cuitas eran trágicas si, además, no te iba el móvil. Piénsenlo y a ver dónde queda el individualismo autosuficiente sin un smartphone.
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