HAY veces en las que el lío no se puede elegir. Otras es fácilmente evitable con mano diestra y buena intención. La nueva ministra de Sanidad, Mónica García, se ha doctorado en tan solo tres días en hacer posible un lío político-institucional por falta de casi todo. El Gobierno del Estado no tiene competencias para obligar al uso de las mascarillas en centros de salud. No hay más. Ahora, el común de a pie, ya no sabe a qué atenerse, que será, finalmente, lo que decida su comunidad autónoma. O no. Menudo jaleo sin ninguna justificación y que, por otro lado, atufa a recentralización que echa para atrás. De la mano de Sumar. Vaya, vaya.