MÁS allá de protocolos deportivos sin duda mejorables y sistemas de prevención y asistencia aún más perfectibles, el a menudo inhumanizado y materialista mundo del fútbol supo reaccionar ayer ante la situación sobrevenida de una tragedia en las gradas de un estadio. Reaccionaron los jugadores, los equipos, los árbitros –aunque a instancias– y también los aficionados en momentos de tensión. Hasta hace cuatro días ni la muerte de una persona en el recinto impedía que el partido se jugase. Baste recordar que hace 25 años del asesinato de Aitor Zabaleta y duele revivir cómo se gestionó aquello.