HACE pocas décadas apenas imaginábamos que naciones sin estado y entidades no estatales fuesen tenidas en cuenta en las relaciones internacionales. Hoy, se nos presenta, como país, una oportunidad inigualable para posicionarnos a nivel global, y para que nuestro mensaje sea transmitido directamente y sin intermediarios, avanzando en la defensa de nuestros intereses.

Tiempo para la diplomacia vasca

Euskadi tiene una infraestructura internacional propia con las delegaciones en Argentina-Mercosur, Chile, Perú y Colombia, Estados Unidos, Europa, Madrid, y México a la cabeza —mapa que se prevé ya ampliar— y oficinas de Basque Trade & Investment (BTI) a nivel global sin olvidar, entre otras, la red de Etxepare Euskal Institutua y nuestras diásporas, todos ellos elementos clave de nuestra acción exterior.

A su vez, dos sucesos recientes nos acercan un futuro cada vez más tangible en el que la paradiplomacia pierda, al menos de facto, su prefijo. Por un lado, la inminente apertura de sede del Secretariado de la Coalición Local 2030 de las Naciones Unidas (ONU) en Bilbao. Por otro lado, la reciente creación por parte del Departamento de Estado de los EE.UU. de la Unidad para la Diplomacia Subnacional (y el consiguiente nombramiento de una embajadora especial para la Diplomacia Subnacional. Ambos hechos refuerzan la importancia de la acción exterior subestatal en las relaciones internacionales, que pasa de tendencia creciente a realidad en proceso de consolidación.

Por un lado, la sede de la ONU en Euskadi supone un importante paso adelante en el reconocimiento de que un desarrollo humano sostenible será únicamente posible si las políticas públicas se localizan a nivel de territorio, y en partenariado con el sector público y la sociedad civil –los llamados stakeholders o grupos de interés–. Por otro lado, la todavía primera potencia mundial otorga una relevancia inédita a los actores subestatales, incorpora este ángulo a su actividad diplomática, y se hace eco de diversas peticiones en este sentido por parte de potentes think tanks en Washington, culminando un proceso que incluía propuestas legislativas con apoyo de los partidos demócrata y republicano durante las dos últimas legislaturas en el Capitolio.

La Embajadora Hachigian, responsable de la Unidad, y conocedora de las dinámicas que envuelven a las relaciones con organizaciones y gobiernos subestatales, liderará la tarea de coordinar y fomentar las conexiones entre estados y ciudades estadounidenses con sus homólogas internacionales, y de establecerlas directamente con estas desde el Departamento de Estado, en asuntos como las estrategias ante el cambio climático, la atracción de talento e inversiones, la regeneración de la democracia, o la implicación subestatal en la política exterior de los Estados Unidos. La acción (para)diplomática de los entes subestatales adquiere de este modo una creciente importancia tal como defendía uno los impulsores de este paso estratégico en el Harvard Journal of Law afirmando que “la diplomacia puede ser practicada desde todos los niveles de gobierno”.

Estamos, pues, en una posición ventajosa, para que nuestras delegaciones refuercen su carácter institucional y político, elevando su perfil y reforzando las relaciones bilaterales con aquellos estados y ciudades, así como optando a establecer renovadas relaciones con instancias federales, para que estas puedan recibir nuestro mensaje directamente y sin intermediarios. Nuestras oficinas de desarrollo económico por su parte son un elemento clave en este cometido, a través de su apoyo coordinado a la acción institucional, mostrando las ventajas que Euskadi ofrece a los Estados Unidos, y al resto del mundo, como base para sus operaciones en Europa a través de nuestras infraestructuras, talento, capacidades tecnológicas y, sobre todo, estabilidad política y fiscalidad propia.

Por ello debemos dotarnos de estrategias renovadas, y de hojas de ruta adaptadas a este momento en que confluyen hechos a nivel global que pueden marcar el devenir de nuestra acción exterior. Estos planteamientos estratégicos requieren audacia y valentía políticas, y deben estar encaminados a construir agendas claras que nos acerquen a cuantos objetivos políticos, económicos y sociales nos marquemos como país para la defensa de nuestros intereses a largo plazo, a través iniciativas público-privadas que generen conocimiento y contenidos de alto valor añadido y que creen un ecosistema estable y arraigado, que aporte además soluciones a los retos globales fijados en la Agenda 2030. Y todo ello impulsado por interlocuciones directas y permanentes con agentes estatales, territoriales y locales clave, tanto en origen como en destino, así como con otros de carácter no gubernamentales, que normalicen definitivamente la paradiplomacia tornada ya nueva diplomacia.

No podemos dejar pasar más tiempo para dar un salto exponencial, cualitativo y cuantitativo, en nuestras relaciones exteriores y, en particular, para tener una visión clara de cómo queremos posicionarnos ante los Estados Unidos y en el mundo a través de las oportunidades que se nos presentan. Es tiempo de arriesgar y ser creativos para afianzar los logros obtenidos, y de colaborar y hacer que los amplios recursos de que disponemos, además de otros nuevos que debemos crear, trabajen al unísono en la consecución con un propósito compartido. Es tiempo para la diplomacia vasca. l

* Visiting Scholar, Harvard University & Senior Fellow, Agirre Lehendakaria Center. Exdelegado de Euskadi en Estados Unidos