LEO el un informe de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra sobre la percepción del público del cambio climático: más de la mitad de la gente quiere que los medios de comunicación se posicionen a favor de actuar contra el calentamiento más claramente y que se centren en exigir que los gobiernos y empresas actúen cuanto antes. En otros estudios demográficos la preocupación se percibe en más de tres cuartas partes de la población. La voz de la ciencia se valora como más fiable, pero se reconoce que no es escuchada por quienes deben hacer las políticas públicas. Cuando se habla de estas encuestas, sin embargo, se suele vender que la preocupación, altísima en España, es algo inespecífico. Como si no fuera más que un postureo sin capacidad de proponer cambios o acciones relevantes. Es falso: podríamos rebelarnos, exigir asambleas climáticas, demandar políticas que expongan la clara responsabilidad de las empresas que contaminan y los gobiernos que lo permiten y no toman cartas en el asunto. Dejémonos de monsergas a la responsabilidad individual, esa cortina de humo que nos pone mal cuerpo mientras esconde a los responsables.

Los expertos en el tema no creen que podamos mantenernos dentro del grado y medio de calentamiento y es probable que pasemos de los 3 a finales de siglo. Para entonces habremos cruzado irremediables puntos de no retorno y nos enfrentamos de verdad a un colapso social y ecológico. La ciencia se está comprometiendo para hablar claro y aunque hasta las Naciones Unidas nos advierten de que nos dirigimos a un suicidio colectivo aquí sigue sin pasar nada. Se habla de transición energética o de nuevos modelos como si hubiera que hacerlos dentro de medio siglo. Pero había que haber empezado ayer a decrecer y encarar el tema. Hay que hablar claro, y exigir respuestas claras. l