ORELLA Unzué ha vuelto a plantear (DEIA, 17-08-2022) una cuestión decisiva para la misma existencia de nuestra colectividad nacional, creada en definitiva por los vascones y hoy despiezada en favor de los intereses de unos Estados que se pretenden naciones; Estados estos que niegan el derecho a serlo a otros colectivos que pueden sentir la nación de forma contradictoria a la imposición autoritaria en que los primeros basan su entidad y existencia.

Orella procede a repasar los diferentes estatus que ha atravesado el pueblo vasco, aquel pueblo que Voltaire describía cantando a caballo a ambos lados de los Pirineos. Pueblo que alcanzó la condición de Estado, posteriormente desmembrado por sus enemigos y hoy bajo la dominación de quienes niegan el derecho primordial del ser humano que es la autodeterminación, esto es, la capacidad absoluta de decisión del individuo y el colectivo que integra sin condicionantes ajenos. Aquí se encuentra la contradicción básica de este pueblo, que viene dando muestras de su voluntad nacional desde su constitución como Estado en la Alta Edad Media. La contradicción a resolver es la condición de pueblo –nación– al que se niega el status estatal. Rogaría a quienes entienden que no es adecuada la aplicación de estos conceptos modernos a realidades pretéritas inaprensibles, al quedar fuera de nuestro alcance la sensibilidad de los seres humanos de tan lejanos tiempos, dejen las objeciones para otro momento.

En todo caso, nadie negará, supongo, que las series de mapas históricos que muestran la realidad de Europa señalan reiterativamente el territorio de los vascones, sin matices, desde el momento en que tiene lugar el hundimiento del Imperio romano; el mismo espacio es denominado Reino de Pamplona y de Navarra a partir del siglo IX, las fuentes musulmanas se referirán a sus habitantes como vascones. Es posible continuar esta línea a lo largo de los siglos. La erudición europea procede de la misma manera hasta la contemporaneidad. Más arriba se ha aludido a Voltaire, aquí aludiré a Humboldt. Espero que no se me pida continuar. No obstante, para rematar el conjunto desde la cultura y administración española, siempre se refirieron a la cuestión como las provincias exentas –a veces añaden el cuantitativo de cuatro–. Como culminación, es obligado mencionar a Espartero y sus cohortes que se limitaban a la denominación de… “territorio hostil”…

Orella enumera diferentes estatus jurídicos en los que se encuentra en la actualidad el despiece del Estado original, varios y complejos, aunque estimo que se deja alguno. En particular la situación de soberanía, el poder que no reconoce otro superior, el que decide sin limitación exterior.

Nos encontramos ante una cuestión jurídica. Su particularidad es el origen de la misma. El territorio del original Estado de Navarra que incluía el conjunto territorial tenía el rango de soberano, reconocido internacionalmente. Sufrió la amputación territorial y, finalmente, la absorción por parte de Francia y España, hecho sobradamente conocido. Los diferentes fragmentos arrebatados modificaron sustancialmente el estatus jurídico. En nuestro imaginario esta modificación se conoció como “Anexión y voluntaria entrega”.

Cada uno de los territorios se las apañó buscando alcanzar el estatus de mayores ventajas. El hecho decisivo lo constituyó la pérdida de la soberanía. En otras palabras. La conquista e imposición de un poder exterior. Los estatus jurídicos de cualquier índole se encuentran en función del poder externo y la capacidad de imposición del mismo. Este constituye el factor decisivo que ha llevado al pueblo vasco y Estado de Navarra a la actual fragmentación y estatus jurídicos confusos, que han sido y son un obstáculo insuperable para conseguir la articulación adecuada de nuestro país, denominado de esta forma genérica, ante la dificultad en que hemos incurrido para marcar con claridad su designación e identidad. No es un obstáculo menor, porque revela, cuando menos, la desorientación en que nos encontramos a la hora de plantear una estrategia correcta.

La actual situación en que nos hallamos es la de frustración. A raíz de la transición el país abrigó la esperanza de un proceso que transcurriese por la implantación de un estatuto como paso previo a una solución definitiva. La crisis de transformación en que se encontraba el franquismo dejaba abierta la puerta de la esperanza para el caso, insoslayable de que se alcanzase la democratización. Ni los franquistas se encontraban tan débiles.