ACEMOS aguas menores y mayores y tiramos de la cadena -expresión viejuna y ya obsoleta- en la creencia de que con este aliviador gesto nos deshacemos de nuestros sobrantes y excesos y se diluyen nuestras responsabilidades. Pero no. Hay quien analiza las aguas residuales, que vienen a ser el detector de necesidades y vicios de nuestra sociedad, desde la comida al txikiteo, pasando por los virus, el omeprazol y el sintrón o cosas mayores como metanfetaminas o cocaína. Aguas negras pero objetivas: nos contaminamos a nosotros mismos.