A decisión tomada por Argelia de suspender de manera unilateral el tratado de amistad con España, vigente desde hace casi dos décadas, era probablemente la represalia más contundente y de consecuencias más graves de las reacciones esperables por parte del país norteafricano a raíz del giro del Gobierno de Pedro Sánchez respecto al Sahara. No en vano, la resolución fue comunicada por el propio presidente argelino, Abdelmayid Tebune, poco después de que el jefe del Ejecutivo español ratificara en el Congreso de los Diputados su postura de apoyo al plan de Marruecos que propone una autonomía para el Sahara y que Argel considera "ilegal e ilegítimo". Un viraje histórico, radical y poco comprensible que sorprendió e indignó a todo el arco parlamentario, al pueblo saharaui y a Argelia, amigo y cooperador tradicional del Frente Polisario y enfrentado de manera radical a Rabat. De hecho, el Gobierno español volvió a quedarse solo en la defensa del plan marroquí, que consideró y considera aún "la base más seria, creíble y realista" para, teóricamente, poner fin al histórico conflicto. A la vista está que no será así. Al contrario, el giro ha generado nuevos choques y problemas no solo diplomáticos, sino políticos y económicos. Ni Sánchez ni el Gobierno han explicado en estos casi tres meses este cambio de postura, que rompe con las decisiones adoptadas por la ONU para dar cauce al conflicto del Sahara mediante el ejercicio del derecho de autodeterminación. Es imposible sustraerse al hecho de que este giro se gestó mientras el teléfono de Sánchez estaba siendo espiado con el software Pegasus y que todas las hipótesis apuntan a Marruecos como autor de la intrusión. En todo caso, el paso de Argelia abre una nueva crisis y no es un paso en la buena dirección, máxime cuando especula también con la presión de la inmigración "ilegal". La ruptura del tratado de amistad enturbia aún más las relaciones y tendrá consecuencias económicas más o menos importantes o limitadas -fundamentalmente, afectará a exportaciones y al suministro de gas en un momento especialmente delicado- pero puede volverse también contra Argelia y, paradójicamente, contra los territorios saharauis. La Unión Europea ya ha anunciado posibles represalias a su vez contra Argelia por violar el acuerdo de asociación. No es momento de sanciones, represalias y vetos, sino de diálogo leal para afrontar la crisis abierta. l