Estaba todo orquestado para que fuera el broche final de los actos de celebración del Jubileo de Platino de la reina Isabel II, que resultó coronado por la pataleta del príncipe Luis, el menor de los hijos de los duques de Cambridge, durante el desfile.

Tras la presentación del explosivo informe definitivo del Partygate y la votación de confianza promovida por una gran parte de los parlamentarios del Partido Conservador, muchos de nosotros pensamos que el personaje estaría agonizando, políticamente hablando, y dando sus últimas inhalaciones de aire para no morir en la orilla.

Nuevamente, lo improbable no se torna imposible. Con una locura de gestión a las espaldas rodeada de escándalos que han traído consigo las diferentes polémicas como el pago de la reforma del número 10 de Downing Street o las vacaciones en Marbella. Tampoco se pasan por alto los contratos a amigos ni las fiestas durante la pandemia, pero, y a pesar de todo, Boris Johnson ha sobrevivido al aquelarre.

Parece imposible entender que haya conseguido salvar la votación de confianza de este pasado lunes. Puede que el discurso que dio antes del inicio de las votaciones del lunes haya sido su salvavidas, tal vez sea que no hay una fácil sucesión o probablemente, que no es el momento para el fin de su presidencia, pero a pesar de esta retahíla de escándalos y controversias, los 211 votos a favor y 148 en contra todo indica que aún tenemos Boris Johnson para rato.

El primer ministro permanece al frente del Gobierno del Reino Unido acompañado por el rígido correctivo al que le han sometido los parlamentarios conservadores.