CUANDO lean estas líneas será público el resultado de la moción de confianza interna que le han montado los tories a Boris Johnson a cuenta de sus fiestones prohibidos. Con toda seguridad, el premier más idiota jamás visto volverá a librar como lleva librando desde su ingreso en julio de 2020 en la UCI con covid y pensamos que Gran Bretaña asistía a un político difunto, técnicamente como anda desde entonces, cuando decidió salir del hospital y ponerse a celebrarlo. Debieron de ser unas fiestas muy a la inglesa, con mails en los que se conminaba a los invitados a llevar sus propios litros y solo faltó Paris Hilton o Paquito el Chocolatero por si el primer ministro no había dejado suficientemente claro que si la fiesta tiene el plácet del jefe, es una fiesta con jefe y todo. Boris sobrevivió al covid, a las propias borracheras y dos años después a la rebelión emborronando el jubileo de platino de la reina, otra que se merece un buen empape en gin-tonics entre la rebeldía de los hijos, la nuera y su primer ministro. Todos, monarquía y gobierno pasan de Buckingham y Downing Street a los tabloides con una facilidad pasmosa que es lo que hace grande a un país donde el gobernante se salta todas las reglas en una epidemia global y si los británicos se descuidan, les acaba eructando en la cara. Dos años han tardado en poner contra las cuerdas y para nada a un payaso que seguirá gobernando con un Pocholo dentro. Rebeldes.

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