OSTIENE el dicho popular que la unión hace la fuerza. No siempre es así, pero la fe, la esperanza y la caridad nos empujan a creerlo y desearlo así. El roce hace el cariño, se dice también, pero sabemos igualmente que la convivencia desata demonios. En general, unir tiene mejor prensa que separar. Cuando el pasado 20 de febrero las poblaciones de los municipios extremeños de Don Benito y Villanueva de la Serena decidieron en una consulta popular -por un margen estrecho- conformar una sola ciudad, el pensamiento políticamente correcto se desgañitó en elogios: en tiempos de tantas divisiones -venían a decir- estos pueblos nos dan una lección de unidad, generosidad y altruismo. Más de tres meses después, la simple elección del nombre del nuevo municipio amenaza con generar un conflicto que no existía y que ha dividido más a la gente. De hecho, el PP ya se ha desmarcado. El caso es que los ayuntamientos deberán elegir ahora entre dos propuestas del nuevo topónimo elevadas por una comisión de 14 expertos (profesores, catedráticos, doctores de diversas disciplinas, académicos, historiadores, investigadores...) tras muchas horas de trabajo y debate, al parecer. Los nombres propuestos no han caído muy bien: Concordia del Guadiana y Mestas del Guadiana. Criatura. “Ambos (nombres) presentan en términos lingüísticos una estructura morfosintáctica idéntica. Ambos son sintagmas nominales conformados por un núcleo (los sustantivos concordia y mestas) y el mismo adyacente (del Guadiana), sintagma proposicional con función del componente del nombre que desde el punto de vista semántico especifica la referencia geográfica histórica, económica y cultural de sus núcleos”, explicó en rueda de prensa el presidente de la comisión en lo que parecía una plúmbea lección del 25% de lengua española. Desconcertados, los vecinos dudan ahora si van a pasar a ser concordantes o concordenses, mestanos o mestenses. Es lo que tiene acudir al laboratorio. Que lo que la política y la urna unieron, no lo separe la Concordia.