No se dejen engañar por el título de esta columna. No le falta relato al Partido Popular. Lo encontró en Madrid de la mano de Ayuso y consiguió convencer a una mayoría de residentes de que el bienestar es un concepto de ocio, no de calidad de vida y asistencia pública. Bajar impuestos, reducir servicios para poder disponer de más dinero el que lo tenga.

Debajo del enunciado, la convicción de que gobernar es ejercer el poder y, para obtenerlo, se suma con quien se puede. El sapo lo tragó Núñez Feijóo y aún no ha quedado claro si de buena gana o no pero no dejó ni un anca del pacto de gobierno en Castilla y León. Andalucía viene detrás y aquí Moreno Bonilla monta su campaña con el subliminal mensaje de que le den la mayoría absoluta si no quieren que gobierne con Vox.

Los peldaños de esa ascensión que el PP quiere que termine en Moncloa se suben con el discurso de la catástrofe: todo es un desastre y el gobierno está en manos de unos incapaces. Y la fanfarria mediática toca el bombo para acompañar la letra.

Pero, ¿cómo te lo montas cuando los hecho no te acompañan? Con mucho oficio y un rostro pétreo o creyéndote de verdad que lo que dices es cierto. Ayer, Carlos Iturgaiz puso a rodar la bola del relato aprendido en el Parlamento vasco y solo le acompañó Amaia Martínez, de Vox. Los datos de empleo, los de crecimiento económico, los de calidad de vida, los de inclusión social, los de coberturas públicas, los de inversión en I+D+i y los de colaboración con el sector privado desmienten el relato del PP en Euskadi. Si no se para a tiempo, la pendiente del discurso le estrella a uno contra mensajes desafortunados como acusar al lehendakari de poner a los empresarios y autónomos "en el punto de mira" (sic). En Euskadi, el PP no tiene relato y lo intenta suplir haciendo frases. Pero amontonar oraciones no es lo mismo que comunicar.