N clásico, la misma película de los últimos años. Eso que alguno se empeña en vendernos como la fiesta del fútbol vasco y que habla de algo así como único e irrepetible. Vamos, una pipaNi es una fiesta, ni es único y lo que empieza a ser peor, no es ni sano. Lo digo sobre todo cuando es en Donosti y el Athletic juega de visitante. Por suerte acompaño al equipo en todos sus desplazamientos y no tengo ninguna duda en afirmar que en San Sebastián es donde peor se recibe a los leones. Decir que esto es rivalidad ya no cuela. Solo hay que ver las actitudes y enseguida percibes que la rivalidad ha pasado a otro escenario, podéis definirlo como queráis.

El domingo volvimos a vivirlo y por supuesto padecerlo. Generalizar es malo y además sería injusto para los menos que lo siguen entendiendo como un partido de fútbol ante un rival que está a una hora de camino en coche. Es tan exagerado el asunto que la sobreexcitación llega al terreno y los jugadores son quienes más muestran su disposición a darle al público el espectáculo prometido cual gladiadores en el circo romano. Llama la atención la procedencia de alguno de ellos, hace poco no situaban en el mapa donde estaba la Bella Easo y menos Bilbao.

Mención aparte para un Alex Remiro que por la pinta en Lezama debió ser tremendamente infeliz. La escena del otro día celebrando la expulsión de un compañero le define. Hace unos meses provocó la ira en estas latitudes por exhibir una forma rara de celebrar la victoria. El derbi dio un paso más erigiéndose en la referencia del realzale más rancio y por supuesto dio un gran paso atrás como persona y portero. El gol que se come queda para la posteridad. Entiendo que esto es una lección de vida y que le sirva a futuro.

El partido fue claramente, eso, una batalla en todos los sentidos. Táctica pura y dura y derroche de facultades de unos y otros. El plan del Athletic lo vi, el de la Real, no. Digo esto porque en los últimos tiempos hemos alabado el juego del equipo de Imanol y no solo eso, también su defensa. En el Reale no apareció prácticamente nada de esto, algo habitual en sus últimos partidos. A diferencia de aquellos, Simón estuvo acertado en lo poco que tuvo. El penalti, que fue, lo materializó Isak con maestría. El caso es que ese era el miedo, acabar el choque uno cero y con la sensación de que te han ganado solo saltando al campo.

Menos mal que el karmaEsta acción ajusticiaba los méritos de los dos equipos y dejaba en tablas un duelo en el que el Athletic tuvo que luchar contra todos los elementos posibles. Capítulo aparte para Martínez Munuera que entre sus debes debió expulsar a Merino, pitar como falta la acción de Isak en la segunda amarilla a Iñigo y sancionar con penalti la entrada de Elustondo a Williams en los primeros compases del choque. Vamos, que no dio una. Su arbitraje desquició a los rojiblancos que no dejaron que esto les sacase del partido.

Marcelino y su tropa siguen dando pasos al frente y demuestran que por muy complicado que sea el asunto están ahí con su actitud y aptitud. Empatar allí, con ese nivel de crispación hace madurar aún más un equipo que al paso de las jornadas no ha perdido fuera de casa.