OS hosteleros sufren en primera persona la agresividad contra las restricciones. En Iruñea cierran por una agresión y denuncian que hay mucho vándalo que la toma con ellos cuando no se pliegan a incumplirlas. Viene de lejos la militancia etílica en favor de la la libertad inalienable de tomar alcohol, incluso en exceso -"¿Quién te ha dicho a ti las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber?" (sic) Aznar a la DGT-. Pero nos equivocaremos si esa violencia es un factor para reducir las restriciones. Estas deben ceder a otros parámetros. El apaciguamiento de la bestia nunca ha salido bien.