O se puede hacer oposición solo siempre detrás de la pancarta. Ni tampoco a aspirar a ser una alternativa creíble a gobernar con posiciones de parte. Gobernar -o aspirar a ello- significa trabajar por todas aquellas personas que te votaron y las que no.

Ya resulta difícil, en sí mismo, explicar que miembros de la CUP ocupen una sede de Esquerra Republicana como modo de protesta por un desahucio. Pero que parte de los protagonistas sean las y los propios diputados electos de la formación independentista que horas antes han aupado a Pere Aragonès como nuevo president catalán no tiene pase. Se abre una duda, entonces, de cual ha sido la intención real de la CUP a la hora de permitir la formación de un nuevo Govern. ¿Estabilizar o desestabilizar?

El ejercicio de la política obliga a otro modo de proceder, a dejar la barricada para, de manera dialogada, tratar de convencer al adversario de los convencimientos propios. Pero de un tiempo a esta parte nuevas formas de marketing político nos hacen creer que solo apoya la lucha obrera o contra las injusticias sociales aquel o aquella que sostiene la pancarta. Y eso no es verdad.

La lucha por el mantenimiento de los puestos de trabajo también se dirime en los despachos, y no solo en la calle. Con un trabajo discreto y tenaz del que, en ocasiones, solo conocemos el resultado. Lamentablemente, ya sabemos el de Azpeitia. Quedan, ahora, las dudas que deberá despejar la alcaldesa de la localidad, de EH Bildu, sobre cuál ha sido la voluntad real del Ayuntamiento de que la operación tuviera un final feliz. Sin victimismos, con valentía.

El ejercicio de gobernar trae consigo, en muchas ocasiones, la adopción de medidas impopulares que, sin embargo, redundan en el beneficio común. El vértigo a las consecuencias sociales y políticas no puede bloquear la prosperidad de nuestra tierra. Es hora de hacer política con mayúsculas. Para todos y todas. Detrás, pero también delante, de la pancarta.