quién le importa la suerte de Julian Assange? A cuatro gatos, ni uno más. Assange es una víctima de un sistema retorcido hasta el delirio utilizando instituciones judiciales de actuación dolosa. Que alguien haya hecho públicas las pruebas de la comisión de crímenes de guerra por parte de Estados Unidos en diferentes lugares, no le interesa a nadie, es más, abundan los que están a favor de que los secretos oficiales cubran todas las marranadas que cometen los gobernantes, porque en la medida en que las ignoras, la limpieza del gobierno está asegurada y no hay que ponerse a investigar nada que, a la postre, resulta comprometido, delicado, te puede indisponer, y eso nunca, ni en tu pueblo ni en la espesa tela de araña de medios de comunicación, finanzas, transnacionales tipo, políticos en ejercicio y sus asesores y logreros€ un día puedes perder tu trabajo o tus relaciones sociales, y eso sí que no. ¿Que se ha hecho el Espartaco?, que lo pague. Así es como se entiende el poco apoyo que en la turba periodística ha recibido Julian Assange, calificado alegremente de delincuente y traidor€ ¿A quién, a qué? ¿Qué lealtad se puede guardar a quien comete por sistema crímenes de estado como forma de gobierno? Ninguna. Ese camino conduce a una dictadura totalitaria de nuevo cuño, bajo apariencia de democracia sin tacha, esta sí, apoyada hoy por demócratas profesionales y apostólicos, tipo el marqués de Vargas Llosa, convertido en el más pintoresco gurú que ha tenido la derecha hispana, una especie de Vázquez de Mella tropical, salonardo y dicharachero, sin boina y con premio Nobel, pero en manifiesta posesión de la verdad, que es algo que tranquiliza mucho en un país en el que la ortodoxia goza de un predicamento tradicional. La verdad, lo correcto€ pero cada cual la suya en la punta de la bayoneta.

Ahora mismo todo lo que se salga de las verdades oficiales es conspiranoico (Wikileaks) y negacionista, que vienen a ser los perdigones con los que se dispara al disidente, esa especie a abatir para la que no hay veda, sea o no verosímil o acertado lo que afirma. Estamos en época de verdades oficiales, sean cuales sean estas.

De la pandemia se sabe menos de lo que se afirma por mucho esfuerzo científico que se haya hecho. No todos los científicos manifiestan la misma alegría frente al fin de esta calamidad que nos tiene desconcertados y cercados, entre errores y aciertos oficiales, y mala fe e incompetencia manifiestas en algunos casos. ¿Que hay que manifestar optimismo y esperanza, más que nada para no ensombrecer ya lo que es negro cirrión?, se manifiesta. ¿Que las medidas de prevención pandémicas lo son también de control social?, es posible, pero ese control ya se ejercía antes de la pandemia y ya para entonces llevábamos años inermes frente a ese control y vigilancia. Eso sí, voy viendo que permite multar con motivo o sin él, a capricho. Basta seguir la publicación de las identificaciones y multas. ¿Se multa lo mismo al botellonero de barrio, nuestro más resultón asocial del momento, que al juerguista de secta religiosa en plena faena de aleluyas, decibelios y platillos sabrosos? Me gustaría saberlo, porque si es así, no se publica de la misma épica manera, en el parte diario de guerra policial contra el virus. Nada ganamos con señalar arbitrariedades ya muy vistas, con virus o sin ellos, o hipocresías, como la de quien no cumple las más elementales medidas de seguridad y con la boca llena culpa y culpa al gobierno de inacción y no saber qué hacer, como si ellos y su banda armada de patrióticas patrañas lo supieran. Tú, a lo tuyo. ¿Que quieres ponerte vacuna?, te la pones, cuando puedas o te toque. ¿Que crees que te meten algo, como marcianos pequeños en las venas, para manipular el poco de cerebro que te queda?, no te la pongas, pero mi nueva normalidad me dice que cuanto menos vida social haga, mejor, al menos de momento. Quién tenga ansias de alternar, que se decía antes, que haga lo que le dejen y que alterne, mientras no me ponga en riesgo. ¿Egoísmo? Mucho, sin duda, a cada cual el suyo, que de eso trataba la nueva normalidad, de una inaudita crueldad en muchos casos. El paisaje para después de la batalla no pinta bien, ahora mismo ya hay vencedores y muchos vencidos.