A retórica, a medida que se infla, se queda más hueca. Un día justificas pactar los presupuestos del Estado opresor para "tumbar el régimen" y al siguiente te ves obligado a no rechazar el gasto de la Casa Real y las Fuerzas Armadas. Te abstienes ante el enemigo, que es volver grupas, justo antes de que le des el sí -con el aval de tus bases, a las que has traído hasta aquí como antes las condujiste a la guerra; literalmente-. Pero siempre se puede soplar más el globo: en su travestismo ideológico, lo que la izquierda independentista consideraba domesticación ajena, es hoy por la república vasca.