Síguenos en redes sociales:

Mesa de Redacción

Susana M. Oxinalde

De cachondos a medallistas

L segundo fin de semana de confinamiento nos ha dejado un silencio que suena a frenazo de repente. Ya no hay memes, no hay chistes sobre el papel higiénico y nos inunda un mutismo espeso. Son días para observar el amplio catálogo humano que dejan todas las calamidades para fijarse en las reacciones de aquellos que, por otra parte, tampoco sorprenden pero que ahora nadan en el extremo. Estamos heridos, pero eclosionan los cachondos que transmiten las cifras como si fueran un órgano oficial y competente, que interpretan las curvas mundiales y que con cada dato se vienen arriba. Para contarlo, claro. Son los cuñados de siempre pero ahora poniéndole al guasap la quinta marcha. Están los tristes, los abatidos, decididos a apagar la tele porque no soportan ya ni tanto amarillismo, ni tanta ansiedad informativa entre cuatro paredes. Lo mejor y lo peor de nosotros se concentra estos días en una sola desgracia, cada uno con lo que llevaba dentro antes del desastre y que ahora teme al futuro sin fijarse en sus propias reacciones públicas. Como las de los medallistas, los que no hacen nada pareciendo que lo hacen todo y los de los medallones invisibles, sin exhibiciones, esos que se entregan sin tener que contarlo en medio de su propio agobio. A muchos les aplaudía yo desde los balcones cada cuarto de hora, la misma frecuencia con la que los otros se merecen una buena sinfonía de cacerolas.

susana.martin@deia.eus