ALGUIEN cree que la realidad política actual puede ofrecer soluciones a los problemas que aprietan la gobernabilidad del Estado? Con algunos de los actuales líderes va a ser tarea difícil un desbloqueo convincente. Recuerdo que las elecciones municipales y las generales de 2015 confirmaron a dos nuevos partidos emergentes, Podemos y Ciudadanos, capaces de golpear al bipartidismo e incluso de amenazar su liderazgo. Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español perdieron muchos cientos de miles de votos y no pocos escaños y alcaldías. El primero, por su corrupción; el segundo, por mostrarse como una jaula de grillos. La posibilidad de un vuelco político a medio plazo se convirtió en una posibilidad. Renacía la esperanza de una nueva forma de hacer política, pegada a la calle más que a la poltrona.

Lo cierto es que 2016 fue el año del estancamiento de esa perspectiva ante la nula capacidad de pacto entre partidos españoles. En consecuencia, estamos viviendo un año 2019 que bien podría considerarse el de los políticos animales que pactan con la extrema derecha o impiden que gobierne el único partido que podía hacerlo. En su burricie, se colocan en las antípodas del animal político que describió el filósofo macedonio Aristóteles, expulsado de las aulas cuando el Partido Popular decidió eliminar la Filosofía del currículo escolar e incluso de su práctica política diaria, convencidos sus dirigentes de que la factura por la corrupción no va a ser elevada.

Todo esto contrasta con la cultura pactista en el escenario vasco. Se han producido relaciones políticas de apoyo y gobierno de todo tipo cuyo resultado ha favorecido la estabilidad institucional. El ejemplo de Nafarroa es especialmente llamativo porque el buen hacer ha logrado nuevos pactos de gobierno en una segunda legislatura plagada de minas. Algún partido vasco pactó incluso con su propia escisión, paradigma de la capacidad para lograr acuerdos que mantiene la esperanza de lograr el traspaso de las competencias estatutarias pendientes que por ley debieran gestionarse aquí desde hace décadas.

Y del huevo al fuero. Aquí no somos superiores pero presentamos mejores resultados. La política estatal debe aprender de una vez a practicar una conciencia política en el sentido aristotélico del zoon politikon: el ser humano es un animal político no porque suspira por el poder, sino porque sus acciones están preñadas de consecuencias -políticas- para todos. Somos seres sociales con la capacidad singular de tener valores. Nuestra dimensión sociopolítica permite construir y extender la base de la educación del bien común, aunque los gobernantes amorales den el ejemplo contrario bien cerca de nosotros y con numerosos seguidores.

A pesar de ellos, la política debe ser ética aunque sea por la evidencia de que no funcionamos bien sin confiar en nuestros gobernantes ni en buena parte de la judicatura. Se ha visto claramente en este año 2019 en el que la política estatal se ha trufado de mediocridades, corrupciones e incompetencia política causantes del enfado de tanta gente que votó ilusionada. La desvergüenza ha llegado hasta el punto de la amenaza al Concierto Económico y el Convenio por parte de algunos de esos políticos animales que buscan el rédito electoral a base de azuzar envidias mientras ocultan que algunas Comunidades Autonómas reciben fuertes subvenciones del Estado sin los riesgos del Concierto. Nuestra política del pacto, discreta y eficaz, no agrede para avanzar y admite de buen grado a nuevos aspirantes al diálogo constructivo con resultados notables.

Al menos, la mala política no puede obligar por ley ni por la fuerza a que sintamos o pensemos de una determinada manera. Lo que hace el pensamiento es crear la realidad, según Hegel, sin que ello esté tipificado en el Código Penal. No obstante, los malos pensamientos de los politiquillos pueden ciscar la práctica política a partir de un mal pensamiento embrutecido a su antojo. Cuidado, pues, a lo que viene, filosofado en su día por José Ortega y Gasset cuando miraba hacia algún lado de la historia: en política no hay reglas del juego porque el juego acaba con las reglas... A nada que nos descuidemos con el voto, añado yo.

*Analista